Pínchate el marketing por el culo y el Ozempic por el abdomen

Escrito por

·

Creía haber abandonado para siempre esa faceta de pseudocolumnista que se pone a escribir con la rabia acumulada y una taza de café en mano por cuatro duros.

Pero es que estoy enfadada. Muy muy enfadada. Y resulta que la única forma que tengo de desenfadarme es jugando a ser esa pseudocolumnista con rabia acumulada, una taza de café en mano y muchas cosas que decir. Y no, no menciono lo de los cuatro duros porque no me paga nadie por escribir aquí.

Bueno, déjame que te cuente el motivo de mi enfado. El viernes estaba tan tranquila en mi móvil por la noche cuando me saltó un curioso vídeo en el que promocionaban un «nuevo producto para adelgazar».

Oh, shit, here we go again…

Bendito algoritmo.

Esa misma mañana, casualmente, me dio por comprarme un ensayo divulgativo sobre el Ozempic, el «producto para adelgazar» de más renombre, llamado Adelgazar a cualquier precio, del escritor y periodista Johann Hari.

No vengo a hacer una reseña del libro. Eso lo haré más adelante y con menos rabia.

Vengo a decirte una cosa: pínchate el marketing por el culo y el Ozempic por el abdomen.

Porque, viendo ese vídeo en cuestión, me di cuenta de cómo se nos está yendo la cabeza en general, las poquitas ganas que tenemos de pensar y las ganas que tenemos todos de hacer pasta, y no, no me refiero a los carbohidratos, a costa de la salud de los demás.

Así que heme aquí para poner una pequeña dosis de cordura en este mundo tan macabro.

Venga, va, que te explico el origen del Ozempic; pero, de verdad, no te centres en eso. Presta atención a lo que te voy a decir del marketing, que te vas a caer para atrás.

Ozempic: el origen y su serendipia

El Ozempic fue diseñado como un fármaco para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Su principio activo, la semaglutida, pertenece a la clase de los agonistas del receptor GLP-1, que ayudan a regular los niveles de glucosa en sangre. En personas con diabetes, este medicamento es revolucionario: mejora la secreción de insulina y ralentiza el vaciado gástrico, lo que permite un mejor control de los picos de glucosa tras las comidas.

Sin embargo, lo que en principio parecía ser una solución exclusiva para un problema metabólico concreto terminó revelando un «efecto secundario» inesperado: la pérdida de peso. Este descubrimiento ha sido clave para el giro que ha llevado al Ozempic a convertirse en un fenómeno mucho más amplio, especialmente entre quienes buscan adelgazar de forma rápida y aparentemente efectiva.

Mujer notando los efectos del Ozempic

Ozempic me ha quitado unos cuantos kilos

La pérdida de peso asociada al Ozempic no es casualidad. Al reducir el apetito y generar una sensación de saciedad prolongada, este medicamento logra que las personas consuman menos calorías de manera sostenida. Según los estudios clínicos, las personas tratadas con semaglutida pueden perder entre un 10% y un 30% de su peso corporal inicial tras varios meses de uso. Este porcentaje supera con creces lo que otros medicamentos para la obesidad han conseguido históricamente.

A medida que se difundieron estos datos, el Ozempic empezó a ser visto como un «milagro» para la pérdida de peso, más allá de su uso para la diabetes. En este contexto, los médicos comenzaron a recetarlo fuera de su indicación principal para personas con obesidad, y pronto el boca a boca hizo el resto. Influencers, celebridades y hasta anuncios no oficiales contribuyeron a su viralización.

Como respuesta a este creciente interés por el uso del fármaco en la lucha contra la obesidad, se desarrolló Wegovy, una versión de semaglutida específicamente aprobada para la pérdida de peso. Wegovy contiene una dosis más alta del principio activo y fue diseñado para tratar a personas con obesidad o sobrepeso severo con condiciones relacionadas, consolidando el papel de la semaglutida en esta nueva área terapéutica.

Bajo de peso, ¿a qué precio?

Como ocurre con cualquier fármaco, el Ozempic no está exento de efectos secundarios, y algunos de ellos pueden ser severos o incluso peligrosos. Entre los más comunes se encuentran las náuseas, vómitos, diarrea, malestar gastrointestinal e incluso la ansiedad. Aunque para muchas personas estos síntomas son temporales y desaparecen tras las primeras semanas de uso, en un porcentaje significativo pueden persistir o empeorar hasta el punto de requerir la interrupción del tratamiento.

Los efectos secundarios más graves, aunque menos comunes, incluyen pancreatitis aguda, problemas en la vesícula biliar, como la colelitiasis, y riesgo de insuficiencia renal en pacientes susceptibles.

A estos riesgos se suma la proliferación de productos alternativos que contienen semaglutida, muchas veces comercializados sin el debido control sanitario. El uso de estos productos no regulados incrementa las posibilidades de reacciones adversas graves, debido a la falta de garantía en su formulación y dosificación. Estos factores convierten lo que parece ser un «recurso milagroso» en un tratamiento que requiere un monitoreo médico riguroso y una consideración seria de sus riesgos frente a sus beneficios.

La semaglutida está de moda, ¿hasta cuándo?

El auge del Ozempic no puede entenderse sin el papel de las celebridades y el glamour de Hollywood. En Estados Unidos, figuras públicas y actores han convertido estas inyecciones en un secreto a voces dentro de la industria del entretenimiento. Y como ocurre con muchas modas internacionales, el fenómeno ha llegado a España.

Vivimos en un siglo en el que tiene más relevancia lo que dice el influencer de turno que lo que dicen los verdaderos expertos.

Aquí, cada vez más personas recurren a clínicas de medicina estética que ofrecen tratamientos con semaglutida, o en el mejor de los casos, los propios médicos.

El problema radica en que estas clínicas, muchas veces más interesadas en el beneficio económico que en la salud de sus pacientes, omiten advertir sobre los riesgos a largo plazo y las posibles complicaciones.

El marketing del Ozempic y de los pinchacitos milagrosos

El marketing en torno al Ozempic es, como mínimo, cuestionable.

En lugar de centrarse en sus beneficios para la salud de personas con diabetes o casos severos de obesidad, la narrativa predominante gira en torno a la estética. Las imágenes de «antes y después», las promesas de cuerpos perfectos y la exaltación de la delgadez como sinónimo de éxito contribuyen a una peligrosa distorsión de los valores de salud.

Porque amiga, un pinchacito sin una dieta baja en calorías no sirve de nada. ¡Sorpresa!

Y si te has creído que puedes quitarte los dos kilos que has cogido de las vacaciones que te has pegado, ¡sorpresa! tampoco sirve.

Priorizamos la belleza, la estética, sobre la evidencia científica. Este mensaje no solo es irresponsable, sino que perpetúa una cultura de soluciones rápidas y descontextualizadas que rara vez consideran las implicaciones éticas o médicas.

Lo que no te cuenta el marketing: el efecto yoyó

Un aspecto que rara vez se menciona en la narrativa popular sobre el Ozempic es el riesgo de recuperar el peso perdido tras abandonar el tratamiento. Estudios recientes sugieren que un porcentaje significativo de personas que dejan de inyectarse semaglutida vuelven a ganar el peso perdido en cuestión de meses. Esto se debe, en parte, a que el medicamento no modifica de forma permanente los hábitos alimenticios ni el metabolismo, sino que actúa mientras se utiliza.

Por lo tanto, el Ozempic no es una solución definitiva. Más bien, podría convertirse en un tratamiento de por vida para quienes desean mantener el peso bajo control. Esto plantea una cuestión importante: ¿es sostenible depender de un medicamento de manera indefinida para algo tan esencial como el peso corporal?

¿Hemos matado el body positive o jamás existió?

La obsesión por la estética no es nueva. Desde la antigua Grecia, donde se idealizaban los cuerpos esculpidos y simétricos, hasta las tendencias contemporáneas impulsadas por redes sociales, lo «estético» siempre ha sido un reflejo de los valores culturales y filosóficos de una época.

Hoy, lo estético parece estar ligado a la delgadez y al cumplimiento de estándares promovidos por industrias multimillonarias.

En este contexto, el movimiento body positive nació como una respuesta directa a estas imposiciones, promoviendo la aceptación de todo tipo de cuerpos y celebrando la diversidad. El body positive busca desafiar las normas que han perpetuado la idea de que solo ciertos cuerpos son dignos de admiración.

Sin embargo, el auge de productos como el Ozempic parece contradecir directamente estos ideales. Mientras el body positive llama a aceptar el cuerpo tal como es, la popularización de fármacos destinados a modificarlo refuerza la narrativa de que para ser aceptados o admirados, debemos ajustarnos a un molde.

Este contraste deja en evidencia cómo el mensaje original del movimiento ha sido eclipsado por una industria que sigue lucrando con la inseguridad corporal.

Y no solo eso, ese wokismo hollywoodiense en el que todo era diversidad, maravilla, guerra y lucha contra toda opresión está muriendo.

Porque todo son modas, ¿sabes?

La pregunta es: ¿realmente hemos matado el body positive al adaptarlo a las mismas reglas que buscaba combatir, o nunca llegó a existir genuinamente como un cambio cultural? Mientras seguimos promoviendo cuerpos idóneos (y no una salud lo más óptima posible) y productos como el Ozempic se vuelven soluciones más populares que la aceptación personal, parece que el ideal de belleza sigue siendo inamovible, aunque solo haya cambiado de envoltorio.

Body positive vs. salud: ¿qué hay que priorizar?

El debate entre el body positive y la salud plantea una pregunta crucial: ¿deberíamos aceptar la obesidad bajo el argumento de que «todos los cuerpos son hermosos» o enfocarnos en lograr parámetros de salud estables que promuevan una vida plena? Aunque es vital abrazar la diversidad corporal y evitar la discriminación por el peso, esto no debe traducirse en ignorar las implicaciones que la obesidad puede tener en la salud física y mental.

El movimiento body positive no debería utilizarse como excusa para descuidar el bienestar. Encontrar un equilibrio coherente significa abordar la obesidad no desde el rechazo, sino desde una perspectiva de cuidado integral. Esto incluye adoptar hábitos alimenticios saludables, mantener una actividad física regular y trabajar en la relación emocional con el propio cuerpo.

¿La semaglutida está quitando trabajo a los nutricionistas?

He oído decir que la semaglutida es el ChatGPT de los nutricionistas. Una comparación curiosa, la verdad sea dicha.

En fin, voy al grano. Ahora más que nunca es cuando los nutricionistas deberían alzar la voz y hablar sobre a salud frente a estética, la importancia de comer bien, hablar sobre cómo, si no se han adquirido los hábitos correctos de alimentación de poco o nada servirá pasar por el calvario de los pinchazos mágicos.

Y hablo de calvario porque personas de mi círculo los han utilizado y han decidido abandonar el tratamiento.

Me atrevo a decir que no solo dará más trabajo a los nutricionistas, a psicólogos también. Si total, menuda hostia psicológica les espera a todas esas personas que solo piensan en la estética y en verse guapas cuando, una vez adelgacen, encuentren otras «taritas».

Lo digo por experiencia.

Aunque ese es otro tema.

Como ves, el fenómeno del Ozempic, la semaglutida, el pinchacito milagroso, o como quieras llamarlo, pone sobre la mesa una discusión mucho más amplia: la salud frente a la estética, la evidencia científica frente al marketing y, en definitiva, nuestras prioridades como sociedad que, como ves, están lejos de ser coherentes.

Deja un comentario