Desmitificando el amor: la mente, algoritmos y relaciones

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Hagamos un viaje espacio-temporal mientras recorremos con la mirada la secuencia de letras que estoy componiendo para crear este artículo.

Sobre el misterioso arte de amar

Un joven romano, llamado Ovidio escribe su famosísimo Ars amatoria (Arte de amar). En él, el poeta, en tres cantos, facilita una serie de consejos para mantener una relación amorosa, encontrarla, recuperarla, para conquistar a las mujeres, a los hombres e incluso se atreve, en su tercer canto, dedicado al consejo a la mujer, a hablar
sobre posturas sexuales y da consejitos.


Ovidio escribiendo su Ars Amatoria (el arte de amar)

Tu «yo» del siglo I lee los «consejos que vendo que para mí no tengo» o el Ars amatoria de Ovidio y decide ipso facto que los va a aplicar porque, seamos sinceros, el arte de amar (o el de ligar) ha
ido evolucionando hasta prácticamente la inexistencia.

El input, tu estado inicial, es el de una persona que no se come ni una rosca ni encuentra el amor por no tener unas habilidades sociales desarrolladas para esta misión; el resultado que quieres conseguir es tener esas habilidades para poder amar, por lo que los consejos que Ovidio da son el algoritmo que aplicas para conseguirlo. Tu algoritmo ha sido, finalmente, la lectura y aplicación de los consejos del poeta. ¿O quizá tu mente funcione incluso mejor más allá?


Volvamos a viajar en el tiempo, esta vez veinte siglos hacia adelante y situémonos en la época del Entscheindungsproblem (D. Hilbert y W. Ackermann, 1928). Recordemos cuál es el objetivo: demostrar que hay un algoritmo capaz de detectar si una sentencia matemática es verdadera o falsa, —lo cual es imposible. No existe un lenguaje completo ni perfecto en las matemáticas.
Para entender mejor hacia dónde quiero dirigir este monólogo o, como yo lo llamo, esta sesión de intervención, debemos comprender dos partes esenciales y que deberíamos diferenciar de la lógica
en términos filosóficos.

Sobre la lógica en el amor


Por una parte tenemos la implicación lógica (A⇒B) —«A, por lo tanto B», «A implica B»— es una afirmación no hipotética, por lo que podría decir, entonces, que habla de verdades universales.
A es verdadero y eso implica que B también lo sea. Por ejemplo: «Si no llueve, se produce una
sequía».


Por otra, el condicional material (A→B), es decir, una afirmación que no da verdades universales, sino que establece una relación entre ambas, pero no aclara su valor de verdad. Por lo tanto, no hay
órdenes que valgan para la condición material. Por ejemplo: «Si hoy es sábado, entonces mañana es domingo».

Nosotros, como seres humanos, somos capaces de verificar la condición y basándonos en eso, crear una decisión, mientras que una computadora tiene capacidad de acción limitada a una serie de
instrucciones sencillas que un humano le da.

Vamos a ver cómo funcionan parte de esos algoritmos que tanto daño nos pueden hacer a nuestra existencia, según la autora.
El algoritmo del amor: un viaje por las entrañas de Tinder no deja de ser, finalmente, un libro autobiográfico con una documentación poco exhaustiva sobre el funcionamiento de la lógica
computacional y sobre psicología o sobre el concepto de amor.

No tengo los medios para pagarme una terapia clásica, así que me pongo manos a la obra. En las semanas
que siguen, paso todo mi tiempo libre leyendo los textos sobre adicciones [¿cuáles, Duportail?, ¿en qué
textos te basas para hacerte un autodiagnóstico?]
y encuentro las palabras para descubrir «mi locura».

La psicología y el estudio de la mente es un campo sin fin, lleno de nuevas investigaciones que, con cada descubrimiento, nos aportan datos y avances con los que somos capaces de dar respuestas a
preguntas que a todos nos surgen tan asiduamente.

Y, como es muy difícil dar afirmaciones sin pruebas suficientes, se crean numerosas teorías con las que una persona se puede sentir más o quizá menos identificada. No obstante, cabe señalar en este caso que existe la teoría computacional, también conocido computacionalismo, con la que se crea una metáfora entre el funcionamiento de la mente humana y el ordenador.

Esta teoría se sitúa dentro de la psicología cognitiva y se rige por
una serie de principios básicos:

  • La mente humana es una compleja y se encarga de procesar símbolos.
  • La cognición se entiende como un sistema capaz de procesar información simbólica en forma de
    «programas lógicos», a partir de un conjunto de reglas almacenadas.
  • Los sistemas cognitivos y los ordenadores reciben, codifican, transforman, almacenan
    información siguiendo determinadas reglas.
  • La cognición humana y el ordenador son funcionalmente equivalentes aunque con estructuras
    diferentes.
  • El procesamiento de la información proposicional sigue un proceso secuencias y unas reglas de
    cálculo (algoritmos).

Tan solo con un poco de documentación una puede saber que las palabras escogidas por la autora son producto de un enfado por no encontrar el amor por una red social o algo regido por verdaderos fundamentos.

La ira, querida Duportail, no es el mejor amigo del ser humano, pues nos hace ser irracionales incluso cuando lo que deseamos es plasmar toda nuestra razón de ser en un pseudoestudio.
Al final encontramos una novelette donde un tema que podría haber llegado a ser interesante se torna en una comedia para el lector. Vemos a una mujer que infantiliza el fracaso en las relaciones y que, en vez de ponerse a investigar cuál puede ser la raíz del problema, le echa la culpa al primero de turno. Sí, puede ser que Sean Raid quizá no dé la mejor de las impresiones en ciertas entrevistas que ha realizado para los medios, puede que ciertas palabras sean desafortunadas, pero gran parte de este libro también lo es.

Mujer sintiendo ira.

Pero lo que cada uno debe hacer es aprender a gestionar las emociones y conocerse bien el camino a la llorería.


Querida Judith, tu libro me recuerda a una quinceañera que se dedica a leer las novelas más repugnantemente tóxicas de Wattpad en las que se tergiversa el amor y todo lo que hace la
protagonista, en este caso tú, está siempre bien y el chico del que inevitablemente te vas a acabar enamorando a mitad del libro, en este caso Tinder, es una persona aparentemente insalvable pero,
como el amor puede con todo, al final luchas contra viento y marea para que todo salga bien.

Como un llanto adolescente


Después de ver cómo funciona un algoritmo y, en parte, como trabaja nuestra mente, después de ver que la selección que podrías hacer en una discoteca parisina, la puedes hacer desde tu casa, con
el moño puesto mientras ves una película, dime, ¿de verdad es tan malo?


Debemos ser capaces de juzgar por nosotros mismos, ¿no? No obstante, contraargumentar solamente con documentación es subir el listón demasiado alto, quizá, para un libro como este. ¿Y
si converso con usuarios de Tinder? ¿Qué tendrán estas personas que decirme al respecto?

Aunque eso, queridos lectores, es otra historia.

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